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domingo, 30 de octubre de 2011

Entre zombies y las noticias


Ahora que se aproxima la celebración del dia de muertos en nuestros rumbos y la de halloween en nuestros vecinos del norte, también es la época donde suelen estrenarse películas de terror. Debo de reconocer que soy fan de ese genero, ya que desde pequeño nos poníamos a ver en la tele la famosa Hora Macabra. A diferencia de esa época, ahora hay muchos tipos de terror, desde el asesino que planea sus terribles actos sanguinarios con absoluta precisión, hasta los sucesos paranormales capturados en vídeo por cámaras de vigilancia, pasando por las películas de zombies, que para mi son las mas divertidas.




El punto es que no deja de ser interesante que consumamos ese tipo de información. Desde el punto de vista científico se podría decir que pagamos para estimular nuestro sistema involucrado en el procesamiento del miedo, cuya estructura central es un grupo de neuronas conocido como la amígdala (que no son las amígdalas que en mis tiempos eran comúnmente extirpadas ante la mas mínima gripa!). Esta estructura es tan importante en este sistema que un grupo de investigadores se dieron a la tarea de investigar que pasaría si se nos dañara esta estructura. Justin Feinstein, Ralph Adolphs, Antonio Damasio y Daniel Tranel de la Universidad de Iowa, del Instituto Tecnológico de California y de la Universidad del Sur de California, publicaron en Current Biology en enero de este año el artículo titulado “The human amygdala and the induction and experience of fear”, que es algo como “La amigdala humana y la inducción y experiencia del miedo”.

¿Que hicieron?

En este artículo los autores investigaron a una paciente, a la que identifican como “SM” que tiene una lesión bilateral en la amígdala. Básicamente los autores expusieron a SM a diferentes situaciones que provocarían miedo en la mayoría de la población. Por ejemplo la expusieron a serpientes y arañas vivas, la llevaron a un tour por una casa embrujada, e incluso la pusieron a ver películas de terror. Sin embargo, al parecer SM nunca reportó miedo. Aunque uno podría decir que tal vez no reportó miedo porque podría ser que los estímulos no fueran lo suficientemente tenebrosos (como por ejemplo el tour de la casa encantada pudiera haber sido el equivalente al de una feria de pueblo), ella también reportó ausencia de miedo en situaciones de su vida privada que incluían por ejemplo un asalto a mano armada.

¿Ha que conclusión llegaron?

Esto les sugirió a los autores que al parecer, esta mujer no sentía miedo, pero, ¿podría ser que no tuviera ninguna emoción?. Al parecer este no era el caso, ya que ella si reportó una amplia gama de emociones ante diferentes estímulos, como alegría o tristeza al ver películas relacionadas a esos temas.



Bueno, pues esto parece confirmar una larga historia de investigaciones relacionadas al estudio de los mecanismos neuronales involucrados en generar un estado de miedo que colocan a la amígdala en un punto central. Ahora ya nos debe de quedar claro que cuando vamos al cine a ver una buena película de terror, realmente estamos pagando para estimular esa amígdala. Claro que para como están las cosas ya solo basta con poner las noticias en la noche para tener una buena recarga emocional en ese pequeño núcleo neuronal. Ahora tendríamos que investigar cuanto tarda en habituarse, porque desafortunadamente poco a poco vamos necesitando mas violencia para que nos funcione esa amígdala. Pero en fin, mejor me voy poniendo las vendas y el ojo postizo, no vaya a ser que mi disfraz quede tan chafa que en vez de dulces me suelten unos plomazos, y la verdad, prefiero no salir en las noticias...
 

viernes, 7 de octubre de 2011

La realidad es una mera ilusión, aunque una muy persistente... .A.E.



¿Alguna vez te ha pasado que estando en una reunión familiar o con viejos amigos, alguien cuenta una anécdota que le sucedió, y entonces inmediatamente te sacas de onda porque en realidad esa anécdota te pasó a ti? Es una sensación rarísima, porque después de discutir sobre a quién realmente le paso, al final de cuentas uno se queda con cierta duda y nos ponemos a pensar de cómo es posible que exista duda de si esa experiencia la vivió uno, o realmente nos estamos imaginando que nosotros la vivimos.

Antes de que nos apaniquemos porque recordamos que ya nos ha pasado este fenómeno, vale la pena decir que esta confusión es mucho más frecuente de lo que yo pensaba, y está relacionada con lo que en la ciencia se llama “monitoreo de la realidad”, que es el proceso cognoscitivo usado para juzgar de forma introspectiva si una memoria vino de una fuente interna o externa; es decir, si me la imaginé, la soñé, me la platicaron, o si realmente la viví.

Bueno pues el grupo de investigadores compuesto por Buda, Fornito, Bergstrom y Simons de las Universidades de Cambridge, UK y Melbourne, Australia estudiaron las bases cerebrales de este fenómeno, y lo acaban de publicar en el número más reciente del Journal of Neuroscience: “A Specific brain structural basis for individual differences in reality monitoring”.

¿Qué hicieron?

Estos autores se basaron en estudios previos que sugerían que una región de la corteza cerebral localizada en el lóbulo frontal y que se llama “corteza prefrontal anteromedial” estaba involucrada en este proceso del monitoreo de la realidad. Bueno, pues con esta evidencia fueron y buscaron si una variación morfológica de un pedacito de esa corteza –el surco paracingulado- pudiera explicar el desempeño del monitoreo de la realidad.



Sucede que estos investigadores notaron que algunos individuos no tenían surco paracingulado en su corteza prefrontal, mientras que otros individuos si presentaban este surco. Los investigadores explican esta diferencia porque al parecer este surco es de los últimos en formarse durante la gestación en el útero. Bueno, pues entonces los investigadores fueron y buscaron al banco de imágenes de cerebros de la Universidad de Cambridge y seleccionaron sujetos con y sin el surco paracingulado para analizar su desempeño en una tarea de monitoreo de la realidad. La tarea era bien sencilla. Básicamente usaron pares de palabras comunes, como “el gordo y el flaco” o “Yin y Yan”. En unas instancias ponían únicamente una de las palabras y les pedían que se imaginaran la segunda, mientras que en otras instancias les pedían que ellos leyeran el par de palabras, o que escucharan que el investigador leía el par de palabras. En la segunda fase del experimento les preguntaban si se acordaban si ellos habían visto o imaginado cierta palabra, o bien si el investigador o ellos habían leído el par de palabras.



Los resultados fueron sorprendentes. Los investigadores encontraron que aquellos individuos que no presentaban el surco paracingulado en ninguno de sus dos hemisferios cerebrales, presentaban menos aciertos en su monitoreo de la realidad que el grupo de voluntarios que tenían uno o los dos (uno en cada hemisferio) surcos paracingulados. Esto implica que una simple variación en la corteza frontal impacta el desempeño en nuestro monitoreo de la realidad. Sorprendentemente, los sujetos con un menor número de aciertos seguían estando tan confiados en sus respuestas como aquellos sujetos que tuvieron un desempeño significativamente mejor.



Estos resultados tienen implicaciones importantes, porque substancian la evidencia del porqué algunas gentes son más susceptibles a la confabulación (cuando la gente inventa explicaciones que ellos mismos se creen), o porque alguna gente cree que está creando algo cuando en realidad lo observó en otro lugar y sin querer se lo adjudica como propio, o simplemente cuando contamos aquella aventura donde conquistamos a aquella güerita que era la más guapetona de la fiesta, y realmente la conquistó otro fulano… (ah, no, eso sí fue verdad!... digo eso creo… déjenme llegar a la casa a ver si aún es verdad…!)