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lunes, 26 de abril de 2010

Ese bomboncito que me quiero comer! O porque resistir a las tentaciones.

En uno de los experimentos más famosos en la historia de la psicología le ofrecieron a un grupo de niños que escogieran entre comerse un bombón (malvavisco) en ese instante, o bien esperar quince minutos y poder tener dos bombones. Algunos niños se lo comieron incluso antes de que se saliera el investigador del cuarto de pruebas, mientras que otros esperaron pacientemente los quince minutos para lograr obtener sus dos bombones. Este experimento que Walter Mischel llevó a cabo a finales de la década de 1960 en la Universidad de Stamford y ahora es conocido como el experimento de los bombones (the marshmallow experiment) dio pié al desarrollo del concepto de gratificación retardada. Este concepto implica el poder contener una respuesta a un estímulo con tal de obtener un estímulo mayor en el futuro.


La decisión y el cerebro.

Estudios más recientes han explorado que es lo que pasa en el cerebro mientras nos encontramos en esa situación de poder seleccionar un estímulo para una gratificación inmediata, o esperar para incrementar dicha gratificación. En un artículo publicado en la revista Science en el 2004, Samuel McClure de la Universidad de Princeton, y sus colaboradores demostraron que un sistema cerebral conocido como el sistema límbico que está asociado al sistema dopaminérgico, se activaba preferentemente por decisiones involucrando recompensas disponibles inmediatamente, mientras que regiones de la corteza prefrontal lateral y parietal posterior se activaban mas cuando los voluntarios escogían la opción de largo plazo.


Las decisiones a futuro.

Ahora bien, un estudio publicado en el número de abril de este año en Neuron por Jan Peterssend y Christian Büchel del Centro Médico Universitario de Hamburg-Eppendorf acaba de demostrar algo sorprendente: Si pones a un grupo de voluntarios en la misma situación de escoger entre una recompensa mayor si espera más tiempo, pero les pones a pensar en el futuro (por ejemplo solicitándoles que pensaran en los planes que tienen para dentro de 30-45 días, que es cuando se les daría la recompensa postergada) entonces, los sujetos tienden a escoger la opción de esperar por una recompensa mayor. Los investigadores no solo demostraron ese cambio conductual, sino que además monitorearon la actividad cerebral con resonancia magnética funcional. Sus resultados de imagenología demostraron que el cambio conductual estaba acompañado de una activación significativa en la corteza prefrontal, la corteza del cíngulo anterior y el hipocampo. De acuerdo al análisis de Moshe Bar en el mismo número de Neuron, la activación hipocampal podría estar involucrada ya sea en el procesamiento de procesos futuros, o bien porque el imaginarse el futuro se basa en aspectos pasados guardados en la memoria.

¿Existen otros factores para ayudarnos a decidir si esperamos?



Estos estudios sugieren que cuando estemos por adquirir un estímulo muuuy gratificante, como comprarnos ese coche nuevo que nos está guiñando el ojo, tal vez deberíamos de pensar en el futuro, como imaginar el momento en que vamos a ir a pagar la mensualidad del carro, o la tenencia que va a implicar. Bueno, claro que los mercadólogos tienen una respuesta a esa posible estrategia. Bram Van den Begh y colaboradores demostraron (Journal of Consumer Research, 2008) que hombres que vieron imágenes “sexis” (por ejemplo fotos de mujeres en bikinis), o que incluso manipularon lencería, modificaron sus deseos inmediatos de prácticamente todo lo que evaluaron los investigadores. Desde refrescos hasta dinero. Cualquier cosa que diera una gratificación inmediata. Curiosamente los hombres más propensos a este efecto eran aquellos que eran los más impacientes, lo que nos trae de regreso al estudio de los bombones. Estudios hechos quince años después con los mismos individuos evaluados en la tarea de los bombones, demostraron que aquellos sujetos que pudieron esperar al segundo bombón obtuvieron calificaciones significativamente más altas en los exámenes para entrar a la universidad, tenían más confianza en sí mismo y aguantaban la presión mucho mejor, mientras que aquellos que se comieron el bombón sobre reaccionaban a la frustración, eran más indecisos e incluso les costaba más trabajo mantener amistades. Después de tanta ciencia solo me queda decir que debido a esos hallazgos ya no voy a comer bombones. Mejor me voy a quedar con mis M&Ms!

viernes, 16 de abril de 2010

Botox: como verse bella sin poder gozarlo a plenitud.

Botox: como verse bella sin poder gozarlo a plenitud.

Las últimas dos décadas han visto un auge bárbaro en el uso de una toxina que es mortal. La ingesta de esta toxina en cantidades muy pequeñas puede resultar en la muerte después de algunas horas o hasta días de su exposición. A finales del siglo XIX Emile van Ermengem identificó a la bacteria Clostridium botulinum como la fuente de esta toxina. Ya desde esa época se sabía que en ocasiones la gente podía morir si consumía productos hechos a base de carne, por lo que Justinus Kerner nombró a la toxina como la toxina de los embutidos, dándole su nombre en latín: “botulus” (salchichas o haggis, de acuerdo a la traducción de “botulus” del latín), por lo que se le conoce como la toxina botulínica.

De mortal a totalmente palacio

Pues esta toxina mortal es ahora, un siglo después, uno de los productos cosméticos más usados en el mundo. Aunque inicialmente se aprobó en Estados Unidos para tratamientos como la tortícolis, ahora el principal uso del botox (nombre con el que se comercializa la toxina) es para reducir las líneas de expresión (que yo conocía como arrugas, pero ya me hicieron el favor de corregirme).

Pues sí, ahora ya te puedes encontrar en cualquier boda a un sinnúmero de señoras (y tal vez ahora también señores que quieren imitar a David Beckham o a Cristiano Ronaldo en su metrosexualidad), con cara que parece hecha de de cera, o lo que se conoce como hipomimia, que consiste en la reducción de la expresión facial.


 
¿Y la clase de neuroquímica qué?

Lo que hace la toxina botulínica para evitar las líneas de expresión es que impide la comunicación entre los nervios y los músculos al inhibir la liberación del neurotransmisor acetilcolina en la conexión neuromuscular. Como el músculo ya no recibe órdenes de contraerse, pues entonces la piel que esta encima de dichos músculos ya no se dobla, y con el tiempo regresa a su estado de suavidad original.


 
¿Y la emoción?

Pues ahora está por salir un estudio dirigido por David Havas en la revista Psychological Science en el que se analiza el efecto del uso del botox en el procesamiento de lenguaje emocional. Estos autores investigaron si la inhibición de la expresión en el rostro por el uso del botox afectaba la lectura de frases con diferentes cargas emotivas, como por ejemplo “la cantidad de trabajo que deja ese profesor es brutal”, “echarse a la alberca es refrescante en un día caluroso”, o “abres tu correo electrónico en tu cumpleaños y no hay ningún mensaje”. Los investigadores encontraron que los sujetos que se habían aplicado botox facial leían más lentamente algunas frases. Sorprendentemente esas frases que leían más lentamente eran precisamente aquellas que normalmente están acompañadas de expresiones faciales asociadas a una carga emotiva. Claro que con el botox, pues ya no había expresión facial asociada a la lectura de esas frases. Esto les sugirió a los autores que existe una retroalimentación periférica en el procesamiento del lenguaje, lo cual apoya teorías que sostienen que los sistemas neuronales usados en experimentar emociones son también usados para entender las emociones en el lenguaje. También proveen nuevo sustento para la teoría clásica de Darwin sobre las emociones (Darwin: La expresión de las emociones en el hombre y los animales, 1872).

Bueno, ¿y el futbol que tiene que ver???

Total que en su conjunto estos hallazgos sugieren que el paralizar los músculos que están involucrados en la expresión de las emociones también reduce la experiencia misma de la emoción. Por eso he tomado la dura decisión de que aunque ya me estoy poniendo cada vez mas arrugado, no voy a usar el botox, básicamente porque… ¡quiero gozar el próximo mundial de futbol en su totalidad!.

viernes, 9 de abril de 2010

El juicio moral sobre otras personas. Bombardeando tu cerebro con los medios o con estimulaciones cerebrales.

El desafortunado caso Paulette

En días recientes los medios nos han inundado con información relacionada al caso de la desaparición y muerte de la pequeña Paulette. La resolución del caso pesa sobre los hombros del Procurador de Justicia del Estado de México, quién ha dicho que será la ciencia quién lo guíe para dilucidar esta tragedia. Desafortunadamente la ciencia, así como aquellos que la utilizan, tiene limitaciones, por lo que el veredicto tendrá que esperar a que los peritos hagan bien su tarea utilizando al máximo sus capacidades y conocimientos.


El otro veredicto

Sin embargo existe otro fenómeno que ha ocurrido en paralelo al de las investigaciones policiacas y consiste en que la sociedad se ha formado un juicio moral sobre los protagonistas de la historia. Para hacer un juicio moral sobre una persona nos basamos, generalmente, en nuestra creencia de las intensiones de esa persona cuando está realizando el acto, lo que cómo he comentado en otras entradas de este blog, esta en el campo de lo que se llama “teoría de la mente”.

Pero, ¿es posible afectar nuestro juicio moral?

No me queda la menor duda que el bombardeo mediático ha afectado nuestro juicio moral sobre los protagonistas de esta historia. Sin embargo, parece que hay otra forma de afectar nuestro juicio moral. Recientemente un grupo de investigadores del MIT en Estados Unidos, liderados por Liane Young, investigaron si inactivaciones cerebrales temporales podían afectar los juicios morales de voluntarios sanos. Este tipo de inactivaciones temporales se logran a través del uso de la técnica conocida como Estimulación Magnética Transcraneal (EMT), la cual consiste en formar un poderoso campo magnético encima de una zona de la cabeza, el cual a su vez induce un campo eléctrico que afecta la comunicación neuronal normal en la corteza cerebral que se encuentra debajo de la zona estimulada.

En esta investigación publicada en la revista PNAS (Disruption of the right temporo-parietal junction with transcranial magnetic stimulation reduces the role of beliefs in moral judgments. Proceedings of the National Academy of Sciences, 2010; DOI: 10.1073/pnas.0914826107) los científicos se preguntaron si la estimulación de una zona específica de la corteza cerebral conocida como la unión temporo-parietal (UTP) afectaba la decisión de voluntarios al presentárseles casos hipotéticos en los que debían emitir un juicio moral.

Los Casos

Los investigadores plantearon cuatro tipos de casos. Dos en los que las intenciones del sujeto eran negativas, y dos en las que eran neutrales. A su vez, en ambas clases había un resultado negativo y uno positivo.

Por ejemplo, en el caso de intención negativa con resultado neutral se planteaba una situación parecida a la que sigue: Graciela y su amiga están tomando un tour por una planta de químicos. Cuando Graciela llega a una cafetera para servirse café, su amiga le pide que le agregue azúcar al suyo. El polvo blanco junto a la cafetera es azúcar. Pero debido a que se encuentra en un recipiente que dice “tóxico” Graciela piensa que ese polvo es tóxico. Graciela pone la substancia en el café de su amiga. Su amiga bebe el café y no le pasa nada.

En el caso de intención negativa con resultado negativo, entonces se diría que la amiga había muerto.




Los investigadores encontraron un resultado sorprendente al interferir con el funcionamiento normal de la corteza UTP. Ellos descubrieron que al inactivar UTP los sujetos calificaban mas moralmente permisibles situaciones en las que un sujeto intentaba lastimar a otro, pero fallaba. Es decir, su juicio moral no era tan severo con Graciela si ella trataba de matar a su amiga, pero fallaba (porque el polvo había sido azúcar y no un tóxico). En cambio la inactivación de UTP no variaba el juicio moral sobre Graciela si en realidad su amiga si moría (porque el polvo había sido tóxico).


Pero, ¿cómo explican esto los investigadores?

Básicamente sugieren que mientras se encuentra inactiva la región UTP del cerebro, los voluntarios basan su juicio en el resultado de la acción más que en la intención que le adjudican al sujeto. De hecho, se sabe que esto es lo que ocurre en la infancia, y no es sino hasta que el cerebro madura más, que se empieza a incorporar la idea de las intenciones de los otros a la hora de emitir un juicio moral.

Para emitir un juicio moral generalmente se utiliza el conocimiento previo del individuo (creencia de la intención) y el resultado del acto. La sección amarilla en el diagrama indica la región cortical de la unión temporo-parietal derecha (RTPJ por sus siglas en inglés).

¿Podemos conocer las intenciones de los protagonistas del caso Paulette?

En realidad es increíblemente complicado conocer las intenciones de cada uno de los protagonistas en el caso Paulette. Tanto de los familiares, como de los funcionarios, como de los medios. Supongo que cada quién puede adjudicarle intenciones a dichos protagonistas basándose en nuestro conocimiento anterior de los mismos. Por ejemplo, podríamos pensar que los medios quieren rating para subir sus ventas y que los funcionarios quieren quedar bien con aquellos que los colocaron en esa función. Sin embargo, de los Padres de Paulette no tengo una creencia previa de sus intenciones. Únicamente conozco algunos detalles del escenario y del resultado, el cual todos sabemos ahora. Desafortunadamente, y aunque “yo” no quiera, mi cerebro generó (y sigue actualizando) un juicio moral. Ojalá pudiera inhibir la unión de la corteza temporo-parietal de mi cerebro hasta que la ciencia forense arroje sus últimos resultados. (Claro… siempre queda la posibilidad de no ver los noticieros ni leer los diaros hasta que se sepa el veredicto final… total tengo un par de artículos científicos que tengo que terminar de escribir).