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domingo, 31 de julio de 2011

El poder del pensamiento

Hace algunos años durante una vacación vimos escritas en un carrito de helados unas frases que realmente me llamaron la atención y me hicieron reflexionar:

Watch your thoughts, they become words.
Watch your words, they become actions.
Watch your actions, they become habits.
Watch your habits, they become your character.
Watch your character, it becomes your destiny

Que son algo así como “Cuida tus pensamientos, porque se convierten en palabras, cuida tus palabras porque se convierten en acciones, cuida tus acciones porque se convierten en hábitos, cuida tus hábitos porque se convierten en tu carácter, cuida tu carácter porque se convierte en tu destino”.


 
Y esto, ¿que tiene que ver con la ciencia?

¿Que tan ciertas serán esas aseveraciones?. En mi opinión tienen mucho de verdad, ya que en mi experiencia personal siempre que me esfuerzo en pensar positivamente logró mas y mejores acciones que cuando caigo en un rollo de pensamientos negativos. Bueno, pues un grupo de investigadores de las universidades de Duke y de la Universidad de California de Riverside (Kristin Layous, Joseph Chancellor, Sonja Lyubomirsky, Lihong Wang, y P. Murali Doraiswamy), acaban de publicar en el Journal of Alternative and Complementay Medicine el articulo titulado “Delivering Happiness: Translating Positive Psychology Intervention Research for Treating Major and Minor Depressive Disorders” que trata sobre el efecto de lo que llaman “Positive Activity Interventions” (intervención de acciones positivas) para tratar desórdenes depresivos menores y mayores.

¿Que hicieron?

En este artículo los autores nos recuerdan que no todos los pacientes con depresión mejoran con los medicamentos (un treinta por ciento de ellos siguen manifestando depresión) y que además no todos los pacientes tienen acceso a un tratamiento farmacológico. Es por esto que es importante también buscar alternativas no farmacológicas que ayuden a mejorar la calidad de vida de estas personas. Bueno, pues en esta revisión los autores analizan el efecto de los pensamientos y acciones positivas no solo en la gente sana, sino especialmente en pacientes depresivos.

¿A que se refieren exactamente estos autores con acciones positivas?

Bueno según los autores estas actividades positivas involucran desde simples pensamientos, como el reflexionar sobre las cosas buenas que tenemos en la vida o meditar sobre nuestra buena vibra hacia otras personas, hasta hacer actos de bondad de forma voluntaria para ayudar a nuestros semejantes.



Es bien sabido que este tipo de pensamientos y acciones positivas producen un bienestar real sobre aquellas personas que las practican, pero en esta revisión los autores señalan que existen estudios controlados donde se ha demostrado estadísticamente que estas intervenciones si mejoran el bienestar y reducen los síntomas depresivos en pacientes. Por ejemplo, los autores citan un estudio donde se les pedía a cuatrocientos once pacientes con depresión leve que se involucraran por una semana en actividades que involucraban el practicar la gratitud, los pensamientos positivos y la revisión de sus fortalezas como individuos. Los investigadores encontraron una mejoría significativa en los pacientes. Dos de las actividades fueron especialmente benéficas: el escribir tres cosas buenas en su vida, y el usar alguna de sus fortalezas de una forma novedosa. Estas dos actividades impactaron sobre los índices depresivos hasta por seis meses después del tratamiento.

Aunque pudiera ser temprano para hacer una evaluación del impacto a largo plazo de estas intervenciones, ya que la ciencia de la psicología positiva apenas llevará una década de reconocimiento, creo que estos resultados son muy esperanzadores. Falta ver mas estudios sobre el impacto de este tipo de aproximaciones no solo en la clínica psiquiátrica, sino en otras esferas como la educativa (donde ya comienzan a aparecer investigaciones bien interesantes) o la organizacional.

Finalmente no me queda mas que reflexionar que, resumiendo la filosofía del carrito de paletas, tengo que cuidar lo que pienso, porque de ahí nace mi destino.


jueves, 14 de julio de 2011

Soy yo, o esta cosa nomás no sirve.

Recuerdo una vez que íbamos caminando por uno de esos pueblitos mágicos que hay en México, cuando en uno de esos puestecitos del mercado un chavito estaba tocando un violincito de madera a todo dar. Dos cosas eran sorprendentes, la primera la edad del chavito, que no podía haber tenido mas de 10 años, y la otra era que el violincito estaba super rústico, pero aun así se oía bastante bien la melodía. La idea pues, era que el papá del chavo vendía los violines. Claro que al ver al niño tocar tan bien, pues uno podría haber pensado que no sería tan difícil tocarlo. Total que dadas las circunstancias acabamos comprando uno de esos violines. De regreso de las vacaciones, ya en la casa, nos pusimos a desempacar, y claro, salíó el violincito. Pues luego luego me puse a tratar de tocarlo y.... obviamente nada. Puro ruido salia nada mas. Vamos, ni una notita buena, puro chirrido (y eso con ganas de hacerlo sonar!). Mi primer pensamiento fué que estos condenados me habían dado un violín chafa, pero luego luego fui corregido, ya que todos se habían dado cuenta que me habían dado el mismo violín que estaba tocando el chavito. Y pues ni hablar, al parecer el chafita era yo.


Esto trae a cuento la idea de cómo saber si cuando intentamos manipular un objeto, y no nos sale correctamente, la culpa es nuestra o del objeto. Pues en un estudio resiente titulado “Is it me or the world? 16-month-olds distinguish competing hypotheses about the cause of failed interventions”, y que significa algo como “¿Soy yo o es el mundo? A los 16 meses de edad ya distinguen hipótesis alternativas sobre la causa de acciones fallidas” se estudió a partir de que edad nos podemos dar cuenta si cuando ocurre una acción fallida la culpa es nuestra o del objeto al que le dirigimos la acción. Este artículo elaborado por Hyowon Gweon y Laura E. Schulz del MIT acaba de ser publicado en la revista Science a finales del mes de Junio de este año.

¿Que hicieron?

En dicho estudio los investigadores hicieron un experimento super sencillo con niños de 16 meses de edad. Pusieron a los niños sentados junto con uno de sus padres frente al investigador, quién tenía en una canasta tres juguetes idénticos que solo variaban en el color. Entonces un investigador sacaban un juguete y, mostrándoselo al niño, apretaba un botón y entonces el juguete sonaba con una música infantil. El truco era que al momento de apachurrar el botón del juguete, el investigador activaba un mecanismo oculto que era el que hacia sonar el juguete.

Ahora viene la parte interesante. Una vez que el investigador le había demostrado al niño como “activar la música” había dos posibles condiciones: En la primera, el investigador le pasaba entonces al niño un juguete igual al anterior pero que éste no tocaba música y era de otro color. Y la segunda era que el investigador le pasaba al niño directamente el juguete que acababa de tocar la música, pero que tenía el mecanismo verdadero escondido. Lo mas importante es que en ninguna de las dos condiciones el niño iba a poder activar la música.


Los investigadores midieron dos tipos de respuestas: o bien que el niño pidiera un tercer jugete similar que se había puesto a la vista, o bien voltear a pedir ayuda a su familiar. El razonamiento de los investigadores era el siguiente: si los niños a los que les daban el otro juguete pedían el tercer juguete, entonces querría decir que los niños pensaban que el juguete que les habían dado estaba descompuesto, y que entonces querían agarrar otro que pudiera servir. Por otro lado, si los niños a los que les daban el juguete del investigador volteaban mas a pedir ayuda de los padres, entonces querría decir que se daban cuenta que la culpa era de ellos y no del juguete. Si no había una diferencia de las respuestas entre el grupo de niños a los que les dieron el juguete amarillo o el verde, entonces los niños de esta edad aún no podían formar este tipo de hipótesis.

Bueno, pues los resultados confirmaron las hipótesis de los investigadores: los niños de esta edad pedían mas ayuda a sus padres cuando les daban el juguete que el investigador acababa de hacer sonar, y en cambio pedían mas el tercer juguete cuando les daban el juguete que el investigador no había hecho sonar. Es decir, a esta edad los niños ya pueden formar hipótesis de si ellos la están regando, o el problema es del objeto que esta chafa.


Bueno, pues creo que esto es una excelente lección para todos nosotros. La próxima vez que no podamos, ya no digamos tocar el violín, sino simplemente manejar correctamente algún programa de la computadora, mas vale pedir ayuda y no echarle la culpa a la pobre máquina. Lo mas probable es que en realidad lo que deberíamos de hacer es tomar unas clasecitas antes de pensar en tirar la compu a la basura!
 

miércoles, 6 de julio de 2011

De por qué solo me acuerdo de cuatro cosas cuando voy al super.

¿Alguna vez te has desesperado porque traes alguna información en la cabeza y cuando menos lo piensas ya se te olvido? Típico que vas al super con la intención de comprar solo 5 o 6 cosas, (y por eso no te llevas la lista!) y siempre se te olvida por lo menos una de ellas. Bueno, pues no estas solo en este mundo. Eso nos pasa prácticamente a todos. Cuando yo comencé a estudiar este tipo de memoria, que se llama comúnmente “memoria de trabajo” se pensaba que podíamos mantener básicamente siete items de información en nuestra mente en un momento dado. Hasta se publicó un artículo famosísimo que se llamó “The magical number seven, plus or minus two: some limits on our capacity for processing information”. En ese artículo publicado en 1956 por George A. Miller se discutía que el número de objetos que en promedio se pueden mantener en la memoria de trabajo es 7 mas menos 2.


La realidad.

Bueno, pues recientemente se ha ido corrigiendo la idea de que podemos mantener 7 ítems en la mente, porque claro, como es que solamente podemos tener tan poquitas cosas en nuestras cabezotas. Pero, oh sorpresa, no se ha corregido el número a la alza, sino que a la baja, ya que ahora se piensa que tal vez el número sea menor, como de únicamente 3 o 4 ítems (para aquellos que necesiten la cita, el artículo donde se discute esto lo publicó Cowan en el Behav.Brain Sci. 24:87-114).



¿Importa nuestra capacidad de memoria de trabajo?

Ok, suponiendo que este asunto de nuestra limitadisima capacidad de mantener cosas simultáneamente en la cabeza sea verdad, ¿importa realmente?. La respuesta es que si importa, ya que se ha visto una correlación directa entre la cantidad de cosas que puedes manipular en tu memoria de trabajo, la capacidad de procesamiento de información, y la complejidad de tus pensamientos...o por decirlo de alguna manera, de tu coeficiente intelectual.

Un nuevo reporte.

Pues en este mes de Julio acaba de salir publicado el artículo titulado “Neural substrates of cognitive capacity limitations” por Timothy Buschman, Markus Siegel, Jefferson Roy y Earl K. Miller y publicado en el PNAS. En este artículo se buscaron las bases cerebrales de la limitada capacidad de la memoria de trabajo. Estos investigadores hicieron un experimento bien simple en monos. Primero les mostraban en el monitor de una computadora de 2 a 5 cuadros de colores y luego ponían la pantalla toda negra. Después de un retardo volvían a poner los mismos cuadros, excepto que uno de ellos había cambiado de color. La tarea para los monitos era detectar que cuadro había cambiado. Mientras los monos hacían esta tarea, los investigadores les registraban la actividad neuronal en diferentes áreas del cerebro en los dos hemisferios cerebrales.


Los investigadores encontraron algo bien interesante. Primero encontraron obviamente que cuando había dos cuadritos, pues el desempeño era prácticamente perfecto, pero a medida que se ponían mas cuadritos, los monos se equivocaban cada vez mas. Después de esto vino el descubrimiento mas interesante: básicamente se dieron cuenta que cada hemisferio solamente podía guardar como 2 estímulos a la vez! Es decir si el objeto a recordar estaba en el lado derecho del campo visual, no importaba que en el otro lado hubiera cuatro objetos, el mono lo recordaba. Pero si en el lado visual donde estaba el objeto a recordar había otros tres o cuatro objetos, entonces se incrementaba muchísimo la posibilidad de que el mono se equivocara.

¿Y bien, que de todo esto?

Esta conclusión de que cada hemisferio cerebral tiene una capacidad independiente y limitada para este tipo de tareas tiene implicaciones para el diseño de instrumentos que requieren de una gran carga atentiva, como los controladores de vuelo, pero también nos podría ayudar a justificar porque se nos olvidó el pan cuando fuimos al super. Claro, porque yo no tengo la culpa de que la lista que leí antes de salir estuviera escrita de arriba para abajo y no horizontalmente!.