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lunes, 23 de agosto de 2010

Échame una mano. O como hacerle para que una mano de mentiras sienta lo que veo.

Como algunos sabrán, soy un fan de las ilusiones ópticas. Bueno pues esta ocasión voy a escribir sobre una ilusión en la que las sensaciones táctiles son referidas a una mano prestada. En 1998 Matthew Botvinick y Jonathan Cohen de las Universidades de Pittsburgh y Carnegie Mellon respectivamente, publicaron un artículo en Nature titulado “Rubber hands “feel” touch that eyes see. En su investigación los autores le pedían a los sujetos voluntarios que se sentaran en una silla y posteriormente extendieran su brazo izquierdo sobre una mesa enfrente de ellos. Posteriormente los autores colocaban una tabla paralela al brazo, la cual le obstruía la visión de su brazo al sujeto, y finalmente colocaban un brazo artificial (que incluía la mano) del lado de la tabla que si podía ver el sujeto. El brazo natural y el artificial quedaban dispuestos de forma paralela, solamente separados por la tabla, de tal manera que el sujeto solamente veía el brazo artificial.



Durante la tarea los investigadores le pedían al sujeto que se sentara con la mirada fija en la mano artificial mientras usaban dos pequeñas brochas que pasaban simultáneamente una sobre el brazo artificial y la otra sobre el brazo natural de forma sincronizada. Después de 10 minutos se les pedía que llenaran un cuestionario en el que tenían que evaluar que tanto estaban de acuerdo con frases como: “la mano artificial se comenzó a parecer físicamente a mi mano en términos de forma, color de piel, etc”, “mi mano verdadera se comenzó a sentir como de plástico”, o bien “sentí como que la mano artificial era mi mano”, o “parecía como si estuviera sintiendo que la brocha me tocaba en el lugar donde veía que la brocha tocaba a la mano artificial”. Los resultados del cuestionario sugirieron que los sujetos no es que pensaran que su mano se hacia plasticosa, o que cambiara de color de piel, sino que los sujetos parecían sentir la brocha que estaban viendo –y no la brocha que realmente los tocaba en su brazo- como si lo que sentían provenía de la mano artificial, y no de su mano natural.

Pero, ¿será cierto?

Para confirmar este hallazgo, los autores les pidieron a los voluntarios que cerraran los ojos y por debajo de la mesa señalaran con el dedo índice de la mano derecha la posición del dedo índice de la mano izquierda. Los resultados mostraron que los sujetos tendían a indicar la posición de la mano artificial más que de la mano natural.


 
¿Para que sirve esto?

Uno de los aspectos más sorprendentes de este estudio es que la mayoría de los voluntarios terminaron reportando una sensación de pertenencia de la mano artificial, diciendo frases como “I found myself looking at the dummy hand thinking it was actually my own” (algo así como: “me encontré a mi mismo mirando a la mano artificial pensando que era realmente la mia”). En mi opinión este descubrimiento tiene implicaciones bien interesantes. Desde el corrupto que pudiera decir que la mano que agarro los fajos de billetes no era la suya, hasta cuestiones más serías, como la implementación de miembros artificiales a pacientes que hayan sufrido de alguna amputación. Claro, también podemos practicar esta ilusión en algún reventón para impresionar a nuestros cuates, y en vez de poner un brazo artificial, podemos poner el brazo de otro cuate, o bien podemos utilizar la variante del espejo de Ramachandran que publicó en 1995 (Nature 377, 489-490).

Qué te parece, eh?

 

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