Cuántas veces nos pasa, o nos ha pasado, que olvidamos dónde
dejamos las llaves y antes de salir rumbo al trabajo o a nuestra escuela
estamos buscando como locos nuestro llavero por todos lados de la casa y,
comúnmente, recurrimos a preguntarle a quien(es) vive(n) con nosotros ¿Che… no
viste mis llaves?. Bueno, pues en esta ocasión Mariana Carasatorre del curso de Introducción a las Neurociencias Cognoscitivas revisó este tema. A continuación su contribución a este Blog.
¿Por qué existe esa tendencia a olvidar la ubicación de los
objetos?
Una de las preguntas claves es sobre cómo tratamos la
información que le da identidad al objeto, como por ejemplo el color y la forma, o incluso la
información de su ubicación, como el estar sobre la mesa, a un lado de la
cocina, etc. A pesar de que se han encontrado neuronas en la corteza frontal
que pueden responder tanto a la información de identidad como a la de ubicación
de los objetos pensamos que es posible que ambos tipos de información se
almacenen de forma separada en el cerebro. Esto debido a que en los resultados de
experimentos conductuales en donde los sujetos han de seguir objetos, los
participantes muestran una mejor memoria de la ubicación de los objetos que de
sus características visuales (Pylyshyn, 2004). También, se ha observado que el
recuerdo sobre la ubicación de un objeto no interfiere con la información
acerca de la identidad del objeto. Finalmente, con imagenología cerebral de resonancia magnética
funcional se ha encontrado que las tareas de identificación visual activan diferentes áreas a las tareas de ubicación de los objetos. Este procesamiento independiente de estos dos tipos de
información implica que para poder recordar la ubicación de un objeto
necesitamos que el cerebro las integre de alguna manera.
Este problema de la integración de diferentes propiedades de
los objetos en la memoria de trabajo nos puede ayudar a resolver
porqué tendemos a olvidar dónde dejamos las llaves. Recientemente, en un
estudio publicado en la revista PLoS-One por Pertzo, y colaboradores en el 2012 estudió este problema, analizando el efecto del olvido en la distribución
de errores relacionados con la ubicación e identidad de los objetos.
¿Qué hicieron?
En un primer experimento, en la primer fase, le presentaron
a los participantes (sujetos humanos) imágenes de figuras conocidas en una
pantalla (de 1 a 4 imágenes) y después de un “intervalo de retención” (esto es
el tiempo entre la muestra y la prueba) de unos cuantos segundos, en la segunda
fase, las imágenes fueron nuevamente presentadas en ubicaciones distintas a las
originales y a los participantes se les pedía que reubicaran las imágenes en
los lugares que originalmente tenían.
¿Qué encontraron?
Lo primero que encontraron es que la cantidad de errores,
medidos mediante la distancia que había entre la ubicación original y la
ubicación seleccionada por el sujeto, incrementaba linealmente con el número de
objetos que se presentaban en la prueba. Además observaron que la secuencia en
la que se presentaban los objetos era una variable importante, observándose que
tanto el primer objeto de la secuencia como el último se recuerdan mejor. Lo interesante es que cuando analizaron los
errores de ubicación, encontraron que la selección de la ubicación en la
segunda fase estaba determinada por la ubicación de los otros objetos en la
primera fase. A estos errores les llamaron “errores de intercambio”, lo que
significa que los sujetos intercambiaban la ubicación de un objeto por otro. Lo
curioso es que estos errores de ubicación estaban provocados por los otros
objetos y no se debía a una elección aleatoria de la ubicación. Esto implica
que se reconocía la ubicación, pero no el objeto vinculado con ella.
¿Y qué hicieron después?
Probablemente el hallazgo más sobresaliente fue lo que
encontraron con la segunda tarea, en la cual podían distinguir entre la memoria
de la identidad del objeto y la memoria de la ubicación. Y además estudiaron el
efecto del intervalo de retención. Esta tarea consistía en presentar de 1 a 4
objetos en la muestra, y después de un intervalo de retención de 1 o 4
segundos, se les presentaba un objeto previamente presentado junto con otro
nuevo, ambos en nuevas ubicaciones. Se le pedía al sujeto que eligiera el
objeto que había estado previamente presente y lo ubicara en donde este estaba
(ver la Figura A).
¿Y cuál fue el resultado?
Lo que encontraron es que el número de errores que cometían
con la identificación de los objetos se afectaba poco con el incremento en la
cantidad de objetos o el intervalo de retención (ver línea azul en contraste
con la línea roja Figura B). Por otro
lado, al analizar los errores de ubicación medidos mediante la distancia
original del objeto y la distancia elegida por los sujetos, encontraron que
estos errores incrementaban notablemente con el número de objetos utilizados, y
detectaron evidencia de que el intervalo de retención estaba teniendo un efecto
notable en la recuperación del recuerdo de la ubicación de los objetos. La condición
control les permitió demostrar, además, que los errores de ubicación eran
causados por los 3 segundos extra de retención, reflejando una interacción
entre el retraso y el número de objetos, lo que estaba más fuertemente asociado
a los errores de intercambio.
Concluyeron así, que:
Un incremento de apenas 3 segundos en el intervalo de
retención, es suficiente para afectar el recuerdo de la ubicación de los
objetos, especialmente cuando se tienen que recordar muchos objetos. Este
incremento en la degradación del recuerdo cuando se memorizan muchos objetos,
parece tener que ver con un incremento en la probabilidad de ubicar objetos
específicamente en donde estaban ubicados otros objetos.
¿Y qué significan estos resultados?
La interpretación fundamental de estos resultados es que el
vínculo entre la ubicación del objeto y sus propiedades que lo definen es
fácilmente alterable, particularmente por la presencia de otros objetos y sus
diferentes ubicaciones. La idea es que, si llegamos a casa y vamos dejando
nuestras cosas en diferentes lugares, es muy probable que todos nuestros
objetos personales y los diferentes lugares en donde los dejamos nos ayuden a
olvidar la ubicación específica de dónde dejamos las llaves en el contexto de
nuestra casa.
La moraleja
Dejá todos los objetos en un solo lugar o acostumbrate a
tener un lugar permanente para cada objeto! No pretendas encontrar con
facilidad tus llaves si siempre las dejas en un lugar diferente!
Referencias
Pylyshyn Z
(2004) Some puzzling findings in multiple object tracking: I. Tracking without
keeping track of object identities. Vis cogn 11: 801–822.
Pertzov Y,
Dong MY, Peich MC, Husain M. 2012. Forgetting what was where: the fragility of
object-location binding. PLoS One;7(10):e48214.
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ResponderBorrar“Brainwashed: The Seductive Appeal of Mindless Neuroscience” by Sally Satel and Scott O. Lilienfeld. Published by Basic Books, a member of the Perseus Books Group. Copyright © 2013 by Sally Satel and Scott O. Lilienfeld.