Alguna vez alguien me preguntó por qué trabajaba como científico, ya que independientemente de las horas extras que trabajara, o de la intensidad con que lo hiciera, terminaban pagándome lo mismo cada quincena. La respuesta que di en ese entonces es que aunque no despreciaría ganar más, en realidad gano un salario digno que me permite vivir sin pasar ninguna necesidad. Bueno, pero entonces se podría pensar que no siendo el dinero el factor crítico de la intensidad con la que uno trabaja, tal vez uno estuviera en esto por el prestigio y la fama como científico. Bueno, pues no dudo que haya a quién el prestigio y la fama les sirva de alimento, pero no creo ser uno de ellos. Sin embargo cuando se reconoce el trabajo como científico mediante una distinción pues siempre es gratificante. Una vez uno de mis hijos siendo pequeño me preguntó que cuanto faltaba para que me dieran el premio Nobel. La verdad me tomó tan de sorpresa que no pude más que soltar una buena carcajada. No, no a todos los científicos nos dan un premio Nobel. Esos premios se dan a contribuciones que terminan dando el mayor beneficio a la humanidad, ya sea desde el punto científico o tecnológico (claro, hablando desde la perspectiva de las ciencias).
Aunque ha habido premios que en realidad han sido muy poco merecidos, la mayoría de los Nobel han sido el reflejo de aportaciones que han terminado teniendo un gran impacto. Y claro, uno podría pensar que esas aportaciones son el reflejo de una ardua vida de trabajo, pero al parecer ese no es el caso. Citando a Albert Einstein, S.Brodetsky escribió en Nature en 1942 “A person who has not made his great contribution to science before the age of thirty will never do so”. Tómala barbón! Eso quiere decir que si los artículos que he logrado publicar y que me han valido pertenecer al SNI no fueron un parte aguas en la ciencia, pues ya no fui premio Nobel. Bueno, como yo crecí conociendo la máxima de Einstein, la verdad es que ya me suponía que no tendría por qué ir preparando mi discurso de aceptación.
Pues bueno, ahora resulta que hasta un premio Nobel se puede equivocar. En un estudio recién publicado en el último número de los Proceedings of the National Academy of Sciences, bajo el título de “Age dynamics in scientific creativity”, Benjamin Jones y Bruce Weinberg analizan la edad a la cual los laureados con el premio Nobel realizaron sus hallazgos o desarrollos que les hicieron meritorios de tan prestigiada distinción. Como es de suponer, Einstein si formaba parte obviamente de los científicos que se ajustaban a su señalamiento, ya que él publicó la idea que le valió el Nobel a la tierna edad de 26 años (cuando yo apenas andaba terminando el doctorado!), sin embargo estos autores hallaron algo bien interesante.
Lawrence Bragg, premio Nobel de Física a los 25 años
La edad que tenían los 525 ganadores cuando hicieron el descubrimiento que les valió el Nobel ha variado con el tiempo. Mientras que a principios de siglo esta edad era en promedio de 37 años, ahora es alrededor de los 47 años! (50 años para los Nobel en física). Los autores explican este cambio debido a la mayor cantidad de años de entrenamiento que los científicos tienen que pasar actualmente, y al efecto de las contribuciones teóricas en el campo de la física con el surgimiento de la mecánica cuántica. Es decir, a principios de siglo un chavo podía tener una idea brillante que explicara porque la física tradicional no funcionaba, y eso le podía contribuir a ganar el nobel, pero ahora que esas “anormalidades” han sido explicadas, ya no es tan fácil proponer nuevos conceptos, sino que al parecer, las grandes contribuciones se realizan teniendo que estudiar más conceptos ya establecidos, lo cual a su vez explica la correlación entre este cambio de edad al generar la idea brillante y los años de estudio a los cuales los ganadores terminaron su doctorado.
¿ Y que encontraron ?
Bueno, pues tanto rollo solo para darse cuenta que en efecto, los actuales ganadores de los Nobel son más viejitos que los de hace un siglo. Y bueno, pues como dije al principio, no es que yo necesite ganarme el Nobel para sentirme a gusto con mi elección de mi carrera profesional, pero para aquellos colegas de mi generación que les guste sentirse reconocidos, no me queda más que decirles que: Todavía movemos una patita!, o sea que en vez de estar leyendo este blog, pues a ponerse a estudiar a ver si se nos prende el foco y desarrollamos un experimento que, aunque tal vez no nos alcance para el Nobel, pues de perdida nos alcance para generar un poco de conocimiento!.
Willard S. Boyle, premio Nobel en Física a los 85 años.
P.D.: y la respuesta de porque demonios elegí la carrera de científico, pues es harto sencilla: porque me gusta! Realmente soy muy afortunado poder estar trabajando en algo que me apasiona.
No creo en la "fortuna", me parece que has sido fiel a tu inclinación vital...a tu "misión" como diría Ortega y Gasset. Y cosechas los frutos de esa fidelidad. ¡Saludos!
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