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lunes, 29 de noviembre de 2010

¿ME ACORDARÉ HASTA QUE MUERA?

Finalmente está acabando un curso mas de la materia que ofrezco en el Doctorado, la cual es "Introducción a las Neurociencias Cognitivas". Como ahora contamos con este blog, pues aprovecharemos para que los estudiantes hagan sus pininos en divulgación de la ciencia. Es por esto que en las próximas entregas del blog colocaré las aportaciones de los alumnos para que sean Ustedes, mis queridos lectores, los jueces de los trabajos (con una o dos correcciones de estílo para ajustarlos al formato del blog). Tal vez de esta forma tengan una probada de lo que es exponer un trabajo intelectual al escrutinio público. Comenzaré subiendo la aportación de Arafat Angulo.



¿ME ACORDARÉ HASTA QUE MUERA?
recuerdos que se van y que se quedan

Existen momentos en la vida de cualquier organismo que se guardan por mucho tiempo, pues pudieron implicar relevancia (evento agresivo que deberá evitarse), repetitividad (evento cotidiano: cómo lavarse los dientes) o bien, están tan relacionados con otros episodios en la vida del organismo en cuestión que resultan ampliamente distribuidos en muchas otras trazas de memorias, lo que genera que a esa memoria o traza de un evento le pase lo que se dice de Roma, que es que se puede llegar por muchos caminos. En el caso del hombre, un organismo bastante complejo, y en muchos de estos fenómenos simplemente singular, un recuerdo y su duración pueden evaluarse de muchas formas. Así mismo la amnesia y su extensión temporal puede estudiarse en pacientes con amnesia retrógrada o anterógrada, conceptos que se refieren a la dirección preferencial en la que la memoria se está afectando: amnesia retrógrada para memorias viejas o amnesia anterógrada, para la creación de nuevas memorias.



Una recapitulación histórica.

¿Qué tipo de memorias son aquellas que perduran más? Esta es una pregunta que la mayoría nos hemos hecho de alguna forma u otra, sin embargo hay quienes han ido más allá. Lynn Nadel y Morris Moscovitch analizaron lo que se sabía (hasta 1997, año en que publicaron su revisión en el Current Opionion in Neurobiology) sobre cómo se guarda una memoria por mucho tiempo, cómo se afectan las memorias ya guardadas y qué estructuras están involucradas en ello. Al final, concretaron dos puntos principales:

1. Hay una teoría estándar que plantea que para que una memoria se guarde permanentemente (consolide) deben pasar muchos años, tantos que posiblemente en ese caso la mayoría de los recuerdos al morir no estarían consolidados, es decir, serían susceptibles a perderse. La explicación que daban se sustentaba en datos obtenidos de personas que padecían amnesia, las cuales mostraban una graduación de sus memorias, es decir, entre más recientes al evento traumático o lesión, más fácilmente era afectada su traza de memoria y la recuperación de la misma; entonces, al observar esto veían una graduación en la afección, determinada directamente por la cercanía temporal a la lesión, e indirectamente por el tiempo que esa memoria llevaba consolidándose, si era poco era lábil, si era mucho menos susceptible.


2. Existen ciertas estructuras y regiones específicas involucradas. El complejo hipocampal, por excelencia, es llamado como el “formador” o codificador de memorias, en el cual la información que viene de la corteza y de otras regiones, informando de las características espaciales en turno (espacio y tiempo), es manipulada, codificada y preservada, todo por un periodo de tiempo de décadas. Al final, la información que perdure (por diferentes razones), estará almacenada permanentemente en la neocorteza. Este último pilar de la teoría estándar estaba básicamente apoyado en datos de pacientes con lesión temporal que no presentaban amnesia retrógrada (AR), arguyendo que esto se presentaba porque que las memorias ya se habían consolidado ya no dependían del hipocampo.

Su aportación.

Todo lo mencionado sonaba interesante, pero no fue hasta que estos dos investigadores replantearan esa teoría y propusieran una nueva aproximación, con nuevos datos que les permitieron generar nuevas ideas del porqué, cómo y dónde se está llevando a cabo la perpetuación de una memoria surgieron.

Para comenzar hay nuevos elementos en la escena que Nadel y Moscovitch se plantearon. Uno fue basado en el concepto de que hay distintos tipos de memorias. Ellos se centraron en algunas para responder una primera pregunta: ¿hay tipos de memorias que sean más fácilmente guardadas?. Otro elemento fue clarificar la extensión de la AR después de una lesión en el lóbulo temporal, esto para saber qué tantos años de memorias pueden afectarse al lesionar el complejo hipocampal y al mismo tiempo, identificar si hay memorias que ya no dependen de la estructura. Así mismo, buscaron identificar si la AR siempre era graduada (tenía niveles de afectación) según la cercanía al evento traumático o lesión. Finalmente, el último elemento que se cuestionaron fue la relación entre la AR y la amnesia anterógrada (AA), lo que pareciera trivial, mas no lo es si piensas que necesariamente cuando el hipocampo se ve afectado y los recuerdos que ya se tenían también, de la misma forma todos los eventos futuros serán imposibles de guardar, lo que implica una suposición de que hay una correlación necesaria entre estos dos tipos de amnesia, como si funcionaran igual.

Su perspectiva.

Con los datos que en ese momento se obtuvieron, de dichos replanteamientos, se han sentado las bases de varios de los modelos actuales en formación de memorias y del famoso papel del hipocampo en esta cuestión. Comencemos por el principio: sí hay memorias que se afectan o perduran (como se guste ver la cosa) en distinta proporción. Para sorpresa nuestra las más susceptibles son las memorias de episodios autobiográficos (por ejemplo: dónde pasé navidad, la fiesta de Paty, de cuando fui a la playa), este tipo de memorias pueden afectarse en la AR por 25 o 40 años o bien toda la vida, lo que dependerá del grado de la lesión. En segundo lugar, vendrían las memorias de eventos públicos y personalidades (año en que se murió Saramago, quién se ganó el novel de Medicina el año pasado, en qué año se firmaron los acuerdos de San Andrés), estas trazas de memorias son menos afectadas por las lesiones, sin embargo, cuando la información fue muy pasajera (la actriz que anunciaba jabón salvo en el año 99), las memorias eran igual de afectadas que en el caso anterior, y por ello ni siquiera se presentaba una graduación en la amnesia, puesto que era absoluta. Finalmente, encontraron que las memorias de tipo semántico-personal (fecha de nacimiento, nombres de escuelas) y las semántico-general (que es una fruta, datos del mundo), son las menos afectadas después de una lesión del complejo hipocampal. Con estos hallazgos simultáneamente se respondía la segunda cuestión: la extensión de la AR después de la lesión, y como ya dijimos, los años “borrados” dependerán de la magnitud de la lesión y del tipo de memoria que se esté evaluando (como la autobiográfica que puede afectarse de por vida).



El gradiente de la Amnesia.

Con relación al gradiente temporal del daño a las memorias, encontraron que cuando se lesiona el complejo hipocampal, no es notable en memorias autobiográficas pues de forma general se ven afectadas; sin embargo, este fenómeno pude distinguirse más en las memorias de eventos públicos (te acuerdas más de datos obtenidos más lejanamente y cada vez de menos conforme se acerquen al momento de la lesión). Finalmente, encontraron que aunque sí hay una relación entre la presencia de AR y AA (siempre que haya AR, por lesión hipocampal, puede existir cierto grado de AA), no hay una proporción. Esto último es muy importante, pues si bien la AA tiene un límite visible (podré o no podré formar nuevas memorias), la AR puede estar afectada en diferentes magnitudes ( de 5 años, 20, 50 o de por vida).

Habiendo hablado de todo esto, la frase: te llevaré hasta la tumba, ¿será mejor decirla a un concepto que a un episodio maravilloso de la vida?, pues ahora podríamos pensar que están entre las memorias que se van más fácilmente. Pero intuitivamente sabemos que esto no es del todo cierto cuando pensamos no en sujetos con amnesias o lesiones temporales, sino en nuestros abuelos o en la gente “grande” que conocemos, diciendo: recuerdo bien cuando conocí a tu abuelo. Esta idea también la tuvieron Nadel y Moscovitch y fue con la que culminaron ese estudio, ellos plantearon que las memorias más viejas (incluyendo las autobiográficas) perduraban más de forma natural porque estaban interconectadas con otras muchas memorias, y que como dije en un principio, resulta mucho más fácil recordarlas, pues hay más vías para llegar a ella, un ejemplo clásico: una manzana, la recordamos como un aroma, un fruto, un alimento, un sabor, uno o varios colores, la primera vez que la probamos, el postre de manzana de la abuela, una textura, una forma típica, etc. Lo que generaría varias trazas de memoria de dicha manzana que a través del tiempo y de las experiencias que se vayan acumulando en relación a la misma, se va garantizando su permanencia, pues ahora ya no sólo depende de un grupo de neuronas el hipocampo sino de muchos otros grupos de neuronas (ensambles) distribuidas en varias partes de la corteza, que participan en las otras trazas. Y así fue como reivindicaron el papel del hipocampo, ya no sólo como un generador de recuerdos, del cual se “olvidan” las memorias ya consolidadas, sino como una estructura que participa de por vida en la formación y recuperación de memorias autobiográficas (¿recuerdan?, las más afectadas tras una lesión), es decir, todos y cada uno de los episodios de nuestra vida; y la corteza, por su parte, como un elemento igual de importante y requerido permanentemente, pero con su propia información preferida (características de episodio, como la información semántica general).


Así, la teoría de las trazas múltiples (como ellos la llamaron), nos deja contentos con nuestros recuerdos preferidos, listos para llevarse hasta la tumba hasta que el hipocampo los separe.

lunes, 22 de noviembre de 2010

¿A que le tiras cuando sueñas mexicano?, o de donde seas...


Con ese título inmortalizó Chava Flores en una canción el sueño de miles de nuestros compatriotas de ganarse la lotería, pagar las deudas y dedicarse a la buena vida sin tener que trabajar mas nunca. Ese vaivén mental, que los anglosajones conocen como “mind wandering”, es en el cual uno está flotando mentalmente en el nirvana, revisando el pasado, o fantaseando en el futuro.




Se podría pensar que investigar dicho estado mental es muy difícil, y pues si, en realidad es muy difícil, porque, ¿cómo analizar cualquier situación relacionada a vagabundeo mental?. Bueno, pues Matthew A. Killingsworth y Danel T Gilbert, de la Universidad de Harvard, acaban de publicar en Noviembre de este año en la revista Science un artículo en el que investigan el efecto emocional que tiene el estar divagando mentalmente.

¿Como lo hicieron?

A estos investigadores se les ocurrió la forma de recabar los datos utilizando las bondades de los nuevos teléfonos conocidos como “smart phones”, que incluyen obviamente al iPhone de Apple. Lo que hicieron fue que desarrollaron una aplicación para el iPhone que contactaba a los participantes en diferentes tiempos seleccionados semi-aleatoriamente (solo los contactaba durante las típicas horas de estar despiertos), y les preguntaba su estado de felicidad del 0 al 100 (¿how are you feeling right now?), su estado de actividad (¿what are you doing right now?) , y el estado de vagabundeo mental (¿are you thinking about something other than what you are currently doing?), la cual podía ser respondida con un “no”, “si, algo placentero”, “si, algo neutral”, o “si, algo no placentero”.

Pues usando este método lograron involucrar a 5,000 voluntarios de 83 países, con edades entre 18 y 88 años, y que proveieron alrededor de un cuarto de millón de respuestas. Los resultados son super interesantes. Encontraron que el vagabundeo mental ocurría en un brutal 46.9 % de las muestras!, y en por lo menos en un 30% en cualquier actividad, excepto cuando los voluntarios estaban teniendo relaciones sexuales, lo que nos habla del pobre nivel de compromiso en cualquier actividad, menos en esa!. Bueno, pero el experimento estaba enfocado al estado emocional, y ese análisis mostró que las actividades en las cuales las gentes estaban mas felices eran, obviamente en primer lugar el tener sexo, con un nivel de felicidad arriba del 90% , seguida en un distante 78% por hacer ejercicio, y luego en orden descendente por jugar, escuchar música, salir a caminar, comer, luego orar, preparar la comida, salir de compras, cuidar niños, relajarse, leer y ver televisión. Hasta aquí son las actividades placenteras. El punto medio está entre ver televisión y hacer la casa, y allí comienzan la no placenteras, como escuchar las noticias (yo creo que veían las noticias de por acá!), arreglarse, transportarse, estar en la computadora (leyendo este blog...), y finalmente trabajar (que raro, no?). Ahora que además de medir el impacto emocional, también midieron la frecuencia de dichas actividades, siendo las mas frecuentes el trabajar y el platicar, mientras que las menos frecuentes eran el orar, el hacer el amor y el escuchar las noticias.


¡Pácatelas!

El análisis de estos autores concluye que el humano parece estar distraído mentalmente durante casi la mitad del tiempo. Además encontraron que después de estar vagabundeando mentalmente, generalmente viene un episodio de poca felicidad, por lo que concluyen que dicho estado produce infelicidad. Rematan diciendo que al parecer la habilidad de pensar sobre lo que no está pasando es un logro cognitivo que tiene un costo emocional muy alto. Tal vez por eso nos llega la depresión absoluta cada vez que no le atinamos a los números ganadores de la lotería o del melate. No solamente es la depresión de que no nos libramos de las deudas o de trabajar, sino que nos llega la depresión -post vagabundeo mental!



En fin, tonses que, ¿somos los mexicanos los únicos que divagamos mentalmente? No lo creo.

¿A qué le tiras cuando sueñas, mexicano?

¿A hacerte rico en loterías con un millón?

Mejor trabaja, ya levántate temprano;

con sueños verdes solo pierdes el camión...

domingo, 7 de noviembre de 2010

Esa carita feliz

Alguna vez te has dado cuenta de que pasa cuando llega alguien con un bebé a un cuarto lleno de señoras? Según mi experiencia, lo más probable es que la mayoría de ellas se acerquen el bebé con caras sonrientes y haciendo vocecitas infantiles. Y yo me pregunto, ¡qué será lo que el bebé capta?. Investigaciones de mediados del siglo pasado ya hablaban de que bebés de seis meses de edad ya pueden discriminar y reconocer expresiones faciales. Por ejemplo, a esas edades los bebés ya pueden discriminar entre expresiones de felicidad y expresiones neutrales o de enojo. Más recientemente en un estudio clásico de 1981, María Barrera y Daphne Maurer de la Universidad de McMaster de Canadá, demostraron incluso que bebés de tres meses ya pueden discriminar entre expresiones de felicidad y de tristeza, siempre y cuando el rostro sea el de su mamá.



Bueno, pues recientemente un grupo de investigadores Japoneses y Australianos compuesto por Emi Nakato, Yumiko Otsuka, So Kanazawa, Masami Yamaguchi y Ryusuke Kakigi, exploraron las bases cerebrales de estas capacidades en bebés de 6 y 7 meses de edad, publicando recientemente sus resultados en la revista NeuroImage. Para lograr esto utilizaron una técnica diferente a la resonancia magnética funcional o a la tomografía por emisión de positrones, la cual se llama espectroscopia cercana al infrarrojo (near-infrared spectroscopy). Para no entrar en detalles sobre esta técnica solo voy a mencionar que al igual que la resonancia magnética funcional, esta técnica mide la cantidad de oxigeno en la hemoglobina, por lo que se basa también en la suposición que los cambios hemodinámicos del cerebro implican cambios en la actividad neuronal de regiones específicas.

Ejemplo de los sensores colocados sobre la piel de los bebés. Aunque parece aparatoso en realidad no es nada doloroso, ya que solo se pegan ligeramente a la piel.

Usando esta técnica los autores demostraron que existe un patrón de respuestas hemodinámicas diferentes para rostros de felicidad y rostros de enojo en el área del surco temporal superior. Dicho en otras palabras, estos autores identificaron una región del cerebro de estos bebés que respondía de forma diferente a los rostros contentos, que a los rostros enojados. Incluso encontraron que el área del lóbulo derecho se activaba mas con los rostros enojados, mientras que la del hemisferio izquierdo lo hacía más con los rostros felices, sugiriendo cierta lateralización del procesamiento de la información emocional de los rostros.


¿Para que pudieran servir estos hallazgos? Bueno, pues además de enriquecer nuestro conocimiento del funcionamiento básico del cerebro, estos estudios pudieran sentar la base por ejemplo para diagnósticos tempranos de autismo en niños, ya que se sabe que niños con autismo tienen problemas para reconocer rostros.