¿Ver para creer?
En esta ocasión voy a compartir un ensayo muy
didáctico de Amanda Chirino sobre el problema de ceguera al cambio, espero les
guste.
La Ceguera al Cambio
Después de haber invertido gran parte de mi vida en
ver Los Simpson, no podría más que sorprenderme al consultar la página
www.moviemistakes.com y encontrar que se reportan alrededor de 1375 errores de
continuidad en la serie. Es decir, que de las 1375 ocasiones en que un
personaje u objeto aparecía en una escena y desaparecía de forma súbita y sin
razón a la siguiente escena o bien cambiaba de posición o color sin
justificación, yo no me percataba de que esto estuviera ocurriendo; y al ser
una fiel seguidora de la serie, no podría decir que esto se debió precisamente
a mi falta de atención a algún capítulo que veía por tercera ocasión.
Pero, ¿cómo puede ser posible que después de tantos
años no me haya percatado de estos detalles? Bueno, analizándolo un poco más,
esto no es algo muy sorprendente, pues la mayoría de las persona consideramos
que nuestro sistema visual es infalible y suponemos que poseemos un acceso
ilimitado a la información visual, probablemente porque tenemos la sensación de
que la visión nos da un acceso fácil e inmediato a todo lo que hay en el mudo
externo. Sin embargo, la idea de que nuestras capacidades de abstracción visual
nos permiten distinguir cada cambio que se produce en el entorno no es del todo
correcta, lo que se hace evidente en los “errores” de la vida cotidiana, desde
pasar por alto faltas de continuidad en una serie de televisión, hasta
aparatosos accidentes aéreos, como el del Airbus francés AT320-111 que se
estrelló por lo que se supone fue un error del piloto al omitir un cambio en la
señal de la computadora que controlaba el vuelo.
Para
explicarse este fenómeno denominado “ceguera al cambio”, Daniel T Levin y Daniel
J Simons de la Universidad de Cornell en Nueva York, llevaron a cabo un
experimento en 1977 titulado “Failure
to detect changes to attended objects in motion pictures” en la revista Psychonomic Bulletin &
Review, 4(4), 501-506, en el que pretendieron probar que la “ceguera al cambio”
no solo ocurría en los objetos con una
ubicación azarosamente elegida en una escena, sino también en los objetos que
ocupaba el mayor centro de atención.
¿Y qué hicieron?
Bueno,
estos investigadores construyeron dos películas de corta duración, la primera
consistía en dos mujeres que conversaban en un restaurante, la primera escena
mostraba a ambas actrices conversando, posteriormente se hacía un close up a
cada una de ellas y finalmente se les mostraba de nuevo a ambas. Entre cada
escena se introdujeron 9 cambios a los elementos de la misma, que iban desde
cambios en el color de los platos, hasta cambios en los accesorios que portaban
las actrices. La segundo película mostraba a una persona que se levantaba de un
escritorio a contestar el teléfono. Durante esta película se cambio de actor
entre la escena en que la persona se
levanta del escritorio y la escena en donde contestaba el teléfono.
Cada
película fue mostrada a un grupo de sujetos, pidiéndoles solamente que
prestaran mucha atención. Después de la primera película se les preguntó a los
sujetos si habían notado alguna diferencia entre una escena y otra, que
consistiera en que la posición del cuerpo, la ropa o los objetos hubieran
cambiado súbitamente. En caso de que contestaran que sí, se les pedía que
describieran cual había sido el cambio. Finalmente se les informaba cuales eran
los cambios que existían entre cada escena y se les presentaba la película por
segunda ocasión para que reportaran los cambios que hubieran detectado. En lo
que respecta a la segunda película, se les pidió a los sujetos que hicieran una
breve descripción de la misma, y solamente en caso de que en esta descripción
mencionaran el cambio de actor, el experimentador les preguntaba de manera
directa si se habían percatado de ello.
¿Y las personas notaron los cambios en las escenas?
Después
de presentar la primera película, solamente 1 sujeto logró notar 1 solo cambio
de los 9, y por cierto su descripción del mismo fue algo vaga; cuando se puso
la película por segunda ocasión los sujetos detectaron en promedio 2 de los 9
cambios presentados. Respecto a la segunda película, solamente el 33% de los
sujetos se percataron del cambio de actor, aunque los sujetos que no se
percataron de este cambio reportaron una descripción sumamente detallada de otros
aspectos de la película.
¿Y qué significa esto?
Esto
significa que hemos estado sobrevalorando un poco las capacidades atencionales de
nuestro sistema visual. Es interesante mencionar que cuando Levin, Momen y
Drivdah (2000) explicaron este experimento a 300 estudiantes de psicología el
76.3% de ellos aseguró que hubieran notado los cambios en la primera película y
el 90.5% tenían la firme convicción de que hubieran notado el cambio de actor
durante la segunda película, lo que nos sugiere que la “ceguera al cambio”
viene acompañada de una “ceguera a la ceguera al cambio”.
Ahora
bien, ¿por qué nuestro sistema de atención visual no es tan infalible como
creemos? Una posible explicación reside en que la atención es un proceso
limitado, debido a que el cerebro no tiene la capacidad de procesar por
completo toda la información que recibe, siendo por ello, tan útil para la
explicación de este proceso la metáfora de generar un foco atencional. El punto
es que los cambios, incluso los más notorios y que se encuentran dentro del
foco atencional de un escena, pueden no ser notados, especialmente cuando la
información espacio-temporal sugiere continuidad (como en la película), por lo
tanto, tal como mencionan Levin y Simons (1997), pareciera que atender a una escena es necesario
pero no suficiente. Aun cuando prestamos atención a los objetos puede que no
nos formemos una representación completa de ellos; a menos que las propiedades
de cada objeto en la escena sean intencionalmente codificadas a través de un procesamiento
en serie de cada uno de los elementos de la escena, que finalice cuando el
proceso de búsqueda encuentre aquellos elementos que han cambiado. Lo anterior,
parece poco probable de hacerse en el breve tiempo en el que se cambia de una
escena a otra para generar la sensación de continuidad; lo que significa que
probablemente siga viendo nuevas temporadas de Los Simpson sin darme cuenta que
Maggie ha desaparecido abruptamente de la escena.