¿Alguna vez te ha tocado que por angas o por mangas te llegue un chisme desagradable sobre alguna persona?.. sí, ya sabes... por ejemplo que fulanita se reestiró la cara, o que a menganito se lo cacharon en una movida, o que a sutanito lo despidieron de la chamba por revoltoso. Y, ¿te has dado cuenta que luego si te toca encontrarte a esa gente en algún lugar, como en un restaurante, luego luego andas buscando ver al susodicho protagonista del chisme?. Bueno, pues recientemente este fenómeno ya cayó en las garras de los científicos que intentan explicarlo. Eric Anderson, Erika Siegel, Eliza Bliss-Moreau y Lisa Feldman Barret de las universidades Northeastern University, University of California y Harvard Medical School, publicaron en Mayo de este año en Science un artículo titulado “The visual impact of gossip”, o algo así como “El impacto visual del chisme”.
Estos autores hicieron un experimento bien interesante para identificar si el conocer un chisme sobre una persona afectaba la forma en que se procesaba su rostro cuando alguíen lo veía. Los investigadores utilizaron fotografías de muchos rostros diferentes a los cuales pareaban con frases específicas. Habían tres tipos de frases, unas neutras, otras positivas y otras negativas. Por ejemplo, una frase neutra era “paso junto a un hombre en la calle”, una positiva era “ayudó a una anciana con sus compras”, y una negativa era “le aventó una silla a un compañero de clase”.
¿Cómo le hicieron?
Para saber el efecto de estos “chismes” sobre el procesamiento de los rostros, los investigadores utilizaron una técnica super original. Esta técnica se basa en un fenómeno que se llama rivalidad binocular, el cual consiste en que si te presentan dos imágenes simultáneamente, una en cada ojo, solamente puedes ver una de ellas a la vez. Es decir, si con unos lentes especiales de esos que son como miniproyectores te ponen una imagen diferente en cada ojo, entonces solamente puedes ver conscientemente una de esas imágenes a la vez. Bueno pues estos científicos pusieron una imagen de alguna casa, vs. una imagen de uno de los rostros asociados a un chisme. Luego presentaban estas imágenes simultáneamente y median cuanto tiempo pasaban los sujetos percibiendo los rostros contra el tiempo que pasaban percibiendo las casas. La suposición era que si los chismes afectaban el procesamiento de algún rostro en específico, entonces éste le ganaría mas tiempo de "consciencia" a la foto de la casa. Mientras que si no afectaba, entonces todos los rostros mostrarían mas o menos el mismo tiempo de "consciencia" contra las fotos de los lugares.
Cuando los investigadores midieron los tiempos de percepción de los rostros asociados a diferentes tipos de chismes encontraron que en efecto, la gente percibía significativamente más tiempo a los rostros asociados a los chismes negativos, que a los rostros asociados con chismes neutros o incluso con los chismes positivos. Esto les sugirió a estos científicos que el escuchar chismes es una forma de aprendizaje social que realmente afecta el modo de procesar estímulos visuales, incluyendo a los rostros de otras personas.
¿Y eso aplica a nuestra vida cotidiana?
Bueno, pues esto explica en cierta medida el afán de ciertas personas, incluyendo especialmente a gente del medio artístico, a hacer tarugadas que llamen la atención, aunque claro, no necesariamente lo hacen con ese fin, como Arnold que dominó las noticias recientemente y no necesariamente por sus películas. Desafortunadamente el artículo también demuestra que los chismes “positivos” realmente no tienen gran efecto, aunque claro, si lo que te importa es hacer el bien por el bien mismo, pues enhorabuena, no tienes que andar preocupándote por esconderte cuando hagas la acción bondadosa, ya que ni quién se de cuenta!.